EL MERCADO DE EMISIONES DE CARBONO EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL.

“Si a EE.UU. no le preocupa el daño ecológico, las especies en vías de extinción y cosas por el estilo; si no le preocupa lo que pase en Indonesia o Brasil; si cree que el aire acondicionado solucionará sus problemas climáticos; entonces diría que salvo un par de excepciones, no tiene nada que temer. Una excepción es que hay un bloque de hielo en la Antártida. Está sujeto por varias islas, pero el calentamiento del agua puede hacer que se deslice al océano. Se estima que eso subiría el nivel del mar en aproximadamente 6 metros. Eso significaría que se podría ir de la Casa Blanca al Capitolio en barco. Sería una gran catástrofe”.

Thomas Schelling, Premio Nobel de Economía 2005 .

¿Es el mercado de emisiones de carbono la solución para rededucir la emisión de gases de efecto invernadero, en el marco de un acuerdo multilateral?

No. Para que el mercado de emisiones de carbono funcione de forma efectiva, deben de presentarse previamente otras condiciones que permitan objetivamente, obligar tanto a los países como a los agentes individuales, a crear disímiles mecanismos, entre los que se puede contar éste mercado, que permita reducir efectivamente el calentamiento global.

Dichas condiciones, dependen inicialmente de la voluntad de los actores con la capacidad de imponer y hacer respetar lo pactado, es decir de los estados. Además, debe existir una estructura multilateral que garantice la vigilancia y el respeto por el acuerdo.

Ahora bien ¿cómo se dibujan en la práctica esta confluencia de elementos en el caso del protocolo de Kyoto[1], único mecanismo mundial para la reducción de gases de efecto invernadero?


En este caso particular, se tiene que el “Protocolo de Kyoto” es de carácter temporal, es decir, solo se planteó metas de reducción de gases en cinco puntos porcentuales por debajo del volumen emanado durante el año 1990. Por esta razón el mercado de emisiones podría desaparecer para el año 2012, por la expiración del período de implementación de tal Protocolo.

Otro aspecto que atañe a este examen, tiene que ver con la capacidad de hacer respetar el acuerdo, expresada esta en la capacidad de establecer tanto controles eficaces, como la imposición de sanciones para quienes no cumplan con las metas establecidas en el contrato. Sólo basta con observar el Protocolo, para enterarse que en ninguno de sus veintiocho artículos prevé castigo alguno para los países que siendo firmantes del acuerdo, incumplan con las metas de reducción pactadas, es más, en el Art. 27 se prevé la renuncia de cualquiera de los firmantes en cualquier momento luego de 3 años de estar en vigencia el Protocolo. De esta forma, se puede inferir que en el caso hipotético (y ciertamente no muy alejado de la realidad), de que no se logren cumplir las metas por parte de los países contaminantes, se presente que los precios de los permisos de emisión no necesariamente suban, debido a que justamente los demandantes de permisos de emisión (como entenderlo de otro modo), opten por renunciar al acuerdo, sometiendo este mercado a una posible desbandada de demandantes de permisos de emisión, traduciéndose esto en menores perspectivas para tal mercado.


Es importante mencionar que con la no participación del EE.UU. en el acuerdo, el fin último del mercado de emisiones, se vería realmente amenazado en cuanto a que sólo este país es el responsable del 25% de las emisiones globales, y mostró en 2004 un crecimiento de cerca del 15% en sus emisiones respecto a las de 1990, según datos publicados por la BBC.

En un sentido general, en el contexto internacional y bajo las condiciones del Protocolo de Kyoto, el establecimiento y funcionamiento de un mercado de emisiones de gases de efecto invernadero, como mecanismo resolutorio para alcanzar la reducción del calentamiento global, no presenta mayores repercusiones.


Dichas condiciones, se pueden presentar con mayor facilidad en escenarios nacionales, donde es más factible la intervención directa de estamentos de poder real (coercitivo) como es el caso del Estado, que aunque no esté de moda, ciertamente garantizaría el cumplimiento de las metas, lo que implica necesariamente un terreno fértil para el mercado de emisiones, que obviamente, deberá de estar acompañado de impulso a la investigación y desarrollo de tecnologías limpias y la concienciación global donde quede claro que la reducción de estos gases necesariamente acarreará costos para todos y especialmente a los países desarrollados, quienes se han enriquecido más a costa del deterioro del ambiente.



[1] Nacido de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que en 1997 sufrió algunos cambios, y luego de ser acordado por los gobiernos, pasó a ser conocido con el nombre de Protocolo de Kyoto.


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