Análisis del discurso ideológico


Teun A, van Dijk*
Traducción: Ramón Alvarado**

Introducción
El análisis ideológico del lenguaje y del discurso es una postura crítica ejercida ampliamente entre estudiosos de las humanidades y las ciencias sociales. Este análisis supone que es posible poner "al descubierto" la ideología de hablantes y escritores a través de una lectura minuciosa, mediante la comprensión o un análisis sistemático, siempre y cuando los usuarios 'expresen' explícita o inadvertidamente sus ideologías por medio del lenguaje u otros modos de comunicación.
A pesar de la generalización de estos supuestos y prácticas, no se ha explicitado suficientemente la teoría que relaciona al discurso con estas ideologías "subyacentes". De hecho, en los estudios del discurso, así como en la psicología social y cognitiva o en las ciencias sociales, no se sabe gran cosa acerca de cómo exactamente se desarrollan las ideologías a través del discurso, y de qué modo controlan o influyen a los textos y al habla. En este artículo, resumiré entonces algunos supuestos teóricos desarrollados en mis estudios sobre el discurso y la ideología, y discutiré aspectos específicos que han sido hasta ahora ignorados por la práctica del análisis del discurso ideológico.
Análisis sociopolítico del discurso
En primer lugar, para formular los objetivos de nuestra investigación en un marco teórico más amplio, debemos señalar que es prioritario considerar al análisis del discurso ideológico como un tipo específico de análisis del discurso sociopolítico. Dichos análisis, entre otras cosas, pretenden relacionar las estructuras del discurso con las estructuras sociales. De este modo, las propiedades o relaciones sociales de clase, género o etnicidad, por ejemplo, son asociadas sistemáticamente con unidades estructurales, niveles, o estrategias de habla y de texto incorporadas en sus contextos sociales, políticos y culturales. Esto también es válido para las relaciones entre organizaciones sociales, instituciones, grupos, roles, situaciones, relaciones de poder o la toma de decisiones políticas, por una parte, y las estructuras del discurso, por la otra (Fairclough, 1989, 1992; Kedar, 1987; Kramarae, Schulz y O'Barr, 1984; Kress, 1985; Ng y Bradac, 1993; Wodack, 1989).
En esta perspectiva, se considera a los usuarios del lenguaje como miembros de comunidades, grupos u organizaciones y se supone que hablan, escriben o comprenden desde una posición social específica. El análisis ideológico examina entonces qué ideologías se encuentran particularmente asociadas con esa posición; por ejemplo, para defender o legitimar dicho lugar social, lo cual también se hace de modo muy característico a través del discurso. En relaciones de dominación, dicho discurso ideológico puede servir para sustentar o bien para cuestionar dichas posiciones sociales.
Aunque poco explícita, esta es la clásica aproximación sociopolítica al análisis ideológico. En particular, no nos dice con exactitud cómo las posiciones sociales de los usuarios del lenguaje o de los grupos de los cuales son miembros, afectan (o son afectados por) los textos y el habla. Los hombres, y no las mujeres, pueden recurrir a tópicos específicos, estilos léxicos o retóricos, o viceversa, y esto mismo se puede decir de los blancos vs. los negros, los viejos vs. los jóvenes, o los oficiales de la policía vs. los sospechosos. Tal como sucede en la sociolingüística, estos análisis no van más allá de una descripción de correlaciones: tampoco explican ni especifican cómo tales miembros del grupo pueden expresar de un modo determinado sus posiciones sociales, esto es, qué procesos de producción del discurso están involucrados en la "expresión" de tales posiciones.
Normalmente, no hay una forma en que la estructura social misma pueda afectar directamente al texto y al habla, ya que los grupos y las instituciones, en tanto tales, no escriben, ni hablan o comprenden el discurso, sino que lo hacen únicamente por la mediación de agentes comunicantes como miembros de grupos o de categorías sociales. Esto es, se requiere una explicación completa de las relaciones entre discurso y sociedad que vaya más allá de la disociación macro-micro y sociedad- individuo, y ello se aplica a muchas otras formas de análisis social y político (Alexander, Giese, Münch y Smelser, 1987; Knorr-Cetina y Cicourel, 1981).
Esto quiere decir que necesitamos una articulación teórica donde lo social y lo discursivo puedan "encontrarse" y establecer una relación explícita entre sí. Un candidato para este eslabonamiento es la interacción social misma en situación. Dependiendo de la perspectiva o la teoría sociológica que uno adopte, el nivel macro o el micro podrían considerarse como fundamentales (Collins, 1981; Fine, 1991). De este modo, las situaciones representarían una peculiar combinación de miembros sociales, categorías, relaciones, procesos o fuerzas. Por ejemplo, un encuentro específico entre doctor y paciente pondría en juego otras estructuras abstractas de las instituciones médicas en general, y otras tantas relaciones entre doctores y pacientes en particular (Mishler, 1984; West, 1984). El habla de miembros sociales, en determinado contexto, puede poner en juego, más o menos directamente, cierto tipo de relaciones sociales como las de dominación, cortesía, ayuda o solidaridad. En particular, esto probablemente conduciría al uso de expresiones que pudiesen comprenderse o interpretarse como indicativas de tales relaciones sociales; éste puede ser el caso de los pronombres como marcadores de dominación, o en su caso, de cortesía.
La interfase sociocognitiva
Aunque la interfase sociedad-actor nos ofrece una percepción aguda de una de las dimensiones de la disociación macro-micro, ésta es aún incompleta. Lo que se requiere es una interfase sociocognitiva. Los argumentos a favor de la necesidad de esta conexión son los siguientes:
1. Las nociones mismas de 'acción' y 'actor' (sociales), tienen una importante dimensión cognitiva: el conocimiento acerca de condiciones y consecuencias, planes, intenciones y objetivos de acciones, así como el mismo concepto de acción son propiedades del pensamiento o de representaciones mentales, esto es, de la mente (Aebli, 1980; Danto, 1973; Whiteley, 1973; véase Coulter, 1989).
2. Esto mismo se aplica en la interacción, la coordinación de acciones y la adaptación estratégica de acciones al contexto social, que requieren todas ellas de representaciones mentales de otros actores (y sus representaciones) así como de las características inherentes a la situación y al contexto (Furnham y Argyle, 1981).
3. De manera similar, el eslabón social macro-micro, definido en términos de pertenencia a grupos de actores sociales y de sus acciones en tanto puesta en juego de relaciones sociales, procesos y estructuras, también requiere de una dimensión cognitiva (Cicourel, 1973). Los miembros de un grupo necesitan identificarse y representarse a sí mismos como miembros de grupos de modo que puedan estar habilitados para actuar como tales. De este modo, en la ejecución competente de sus acciones así como en la comprensión de las acciones de los demás, ponen en juego un conocimiento general acerca de la sociedad y de la interacción (Fiske y Taylor, 1991; Farr y Moscovici, 1984).
4. Esto mismo es a fortiori válido para la interacción verbal y el discurso, cuyas estructuras y significados, su planificación y comprensión, también deben formularse en términos de un desempeño cognitivo del pensamiento, que involucra un conocimiento específico compartido y otras creencias sociales (van Dijk y Kintsch, 1983).
La explicitación de estos argumentos requeriría todo un análisis teoríco y filosófico que no es posible desarrollar aquí. Para nuestros propósitos, supondremos simplemente que estos argumentos son válidos, y que las relaciones entre sociedad e interacción, y por tanto entre sociedad y discurso son necesariamente indirectas, y están mediadas por representaciones mentales compartidas de los actores sociales en tanto miembros de grupos. De hecho, el mismo conocimiento del lenguaje y el discurso es un ejemplo muy elocuente de las cogniciones sociales compartidas por los grupos y sus miembros.
Ideologías
De aquí en adelante supondremos que esto también es válido para las ideologías. Haremos caso omiso de la vasta discusión sobre las ideologías en las ciencias sociales (CCCS, 1978; Eagleton, 1991; Larrain, 1979; Thompson, 1984), y simplemente las definiremos aquí como sistemas que sustentan las cogniciones sociopolíticas de los grupos (Lau y Sears, 1986; Rosenberg, 1988). De este modo, las ideologías organizan las actitudes de los grupos sociales que consisten en opiniones generales organizadas esquemáticamente acerca de temas sociales relevantes, tales como el aborto, la energía nuclear o la acción afirmativa (Eagly y Chaiken, 1993). Dependiendo de su posición, cada grupo seleccionará entre el repertorio de normas y valores sociales, propios de la cultura general, aquellos que realicen óptimamente sus fines e intereses, y se servirán de estos valores como los componentes que edifican sus ideologías de grupo. Así, el valor de 'igualdad' o la norma de 'no discriminación' será un punto culminante en la ideología de las mujeres, de las minorías y de otros grupos dominados. Desde luego esto no significa que la selección de valores fundamentales sea del todo consistente.
Algunos pueden considerar que la 'igualdad' y la 'libertad económica' son de igual importancia, lo que se pondrá de manifiesto tanto en las actitudes propias de cierto ámbito social en las cuales se sustentan esas ideologías 'contradictorias', como también en sus discursos (Tetlock, 1989).
Las representaciones sociales son propias de los grupos, en la medida en que son compartidas por (las mentes de) los miembros de grupos sociales (Farr y Moscovici, 1984). Esto significa que es necesario disminuir la distancia entre estas cogniciones sociales y las cogniciones personales (tales como el conocimiento y las experiencias personales) que subyacen al texto y al habla individuales. A través de otras representaciones sociales, como el conocimiento y las actitudes socioculturales, las ideologías influyen también en el conocimiento específico y en las creencias de los individuos usuarios del lenguaje. Estas cogniciones personales representadas en modelos mentales de acontecimientos y situaciones concretos (incluyendo situaciones comunicativas), controlan a su vez al discurso, por ejemplo en el recuento de experiencias personales, o en la argumentación alrededor de las opiniones personales (Garnham, 1987; Johnson-Laird, 1983; van Dijk y Kinstch, 1983; van Oostendorp y Zwaan, 1994).
Una de las grandes lagunas en las teorías sociológicas sobre la ideología (y también en las psicológicas) es la carencia de una explicación suficientemente explícita de su organización o su estructura interna. Se puede suponer, como nosotros lo hicimos, que éstas incluyen un conjunto de valores significativos para el grupo, y una selección muy propia de valores socioculturales fundamentales. Dado que en las ideologías, las relaciones y los intereses del grupo se encuentran en juego, podemos suponer también que ponen de manifiesto una estructura polarizada entre NOSOTROS y ELLOS. Y en tanto deben organizar un conjunto de actitudes dependientes de ciertos campos sociales, podemos suponer en consecuencia que integran cierto número de proposiciones axiomáticas (por ejemplo 'Las mujeres y los hombres son iguales' en una ideología feminista). Finalmente, propondremos que las ideologías, como otras representaciones sociales, pueden tener una organización esquemática estándar que consiste en un número limitado de categorías fijas.
Estas categorías pueden ser las mismas que las del esquema individuo-grupo. Esto es, a la vez que subyacen a las interpretaciones auto-selectivas de los miembros de grupos sociales, las ideologías pueden de hecho ser equivalentes a las representaciones que un grupo se hace de sí mismo (y acerca de las relaciones con otros grupos importantes, por ejemplo sus oponentes) en la estructura social. Si tal es el caso, una ideología puede construirse desde las categorías definitorias de un grupo tales como identidad/membresía, actividades, metas, normas y valores, posición social y recursos (van Dijk, 1995a, 1995b).
A diferencia de muchas aproximaciones tradicionales a las ideologías, no suponemos aquí que las ideologías sean necesariamente 'negativas' o 'falsas'. Esto es, no solamente los grupos dominantes pueden tener ideologías que sirven para legitimar su poder o para construir un consenso o el consentimiento a su dominación (sobre este asunto, véase Abercrombie, Hill y Turner, 1980, 1990). También los grupos dominados y de oposición pueden tener una ideología que organice efectivamente las representaciones sociales que exigen la resistencia y el cambio. De modo semejante, las ideologías pueden organizar actitudes y un conocimiento 'falsos', desde un punto de vista específico o de acuerdo con un sistema epistémico de criterios del conocimiento (por ejemplo, aquellos de la ciencia contemporánea), pero éste no es un atributo necesario de todas las ideologías tal como nosotros las definimos (para una discusión de este punto, véase Eagleton, 1991).
Además, las ideologías no se limitan a los grupos relacionados con la dominación, el poder o las luchas sociales. También tenemos ideologías profesionales (por ejemplo de periodistas y profesores), ideologías institucionales, e ideologías de otros tantos grupos en la sociedad. Destacan particularmente, y de acuerdo con nuestra definición, los 'intereses de grupo' definidos a través de categorías como identidad, actividades, metas, normas y valores, posición social y recursos. Esto desde luego significa que las ideologías están a menudo involucradas en conflictos sociales entre grupos, aunque esto no es un criterio necesario o suficiente para el desarrollo y reproducción de las ideologías sociales.
Finalmente, las ideologías no requieren asumir la forma de sistemas complejos y muy específicos como "socialismo", "liberalismo", "comunismo", o "feminismo", entre otras posibilidades. Muy bien pueden limitarse a unos cuantos principios básicos. Más aún, no todos los miembros de un grupo disponen del mismo y preciso sistema ideológico: a menudo las élites especializadas o los "ideólogos" dispondrán de un sistema más refinado que los otros miembros del grupo (Converse, 1964; véanse las distintas contribuciones en Lau y Sears, 1986).
Disponemos ahora de un esbozo sobre la posible articulación entre discurso y sociedad y entre ideología y discurso, esto es, a todo lo largo de la dimensión grupo-actor y en conformidad con las relaciones entre la cognición social compartida y las cogniciones personales o individuales específicas. Esta interfase da cuenta "simultáneamente" de la naturaleza social del texto y el habla compartidos y "las particularidades del discurso único, variable, contextual y personal" (Billig, 1991). Esto explica por qué los blancos pueden actuar y hablar como blancos, por ejemplo en el discurso racista, pero también por qué y cómo hay una variación considerable en el habla propia de ese grupo (van Dijk, 1987, 1993). No se tomarán aquí en cuenta los detalles del proceso cognitivo y las representaciones involucradas en las relaciones entre ideologías y actitudes, entre conocimiento o actitudes y modelos, o entre modelos y estructuras textuales. De hecho, en la actualidad muchos de estos aspectos de la cognición social son desconocidos. El esquema de las relaciones entre ideología, sociedad, cognición y discurso muestra los diversos componentes cognitivos involucrados en las relaciones entre las ideologías subyacentes a la cognición social, los modelos mentales de la cognición personal (memoria episódica) y la comprensión activa o la producción de un texto o habla bajo la influencia de modelos mentales de la situación.
La articulación entre discurso e ideología es particularmente importante para nuestra discusión. El análisis del discurso ideológico presupone ciertos conocimientos en torno a estas relaciones. Nuestro esquema sobre las relaciones entre la cognición social y la personal sugiere que no solamente la articulación entre discurso e ideología es indirecta y mediada por la cognición, sino que también, aun en el marco cognitivo, la articulación entre la ideología y la gestión mental del discurso es indirecta. Esto es, entre ideología y discurso encontramos actitudes más específicas, conocimientos, y modelos mentales particulares sobre acontecimientos y sobre contextos de comunicación. Además, los usuarios del lenguaje no son solamente miembros de grupos sociales; también son personas con una historia personal propia (biografía), experiencias acumuladas, principios y creencias personales, motivaciones y emociones, y están dotados de una personalidad 'singular' que define en su totalidad el tipo y la orientación de sus acciones. Aún más, el conocimiento socialmente compartido, las actitudes y las específicas,, el propio texto y el habla son susceptibles de recibir la influencia de tales cogniciones personales.
Otra fuente importante de la variación tanto social como individual de las ideologías y su expresión en el discurso, es el hecho obvio de que una persona pertenece a diversos grupos y por lo tanto puede compartir diferentes ideologías. Éstas desde luego pueden ser mutuamente incompatibles, y esto significa que para cada contexto social de interacción y de discurso, los usuarios del lenguaje tienen que negociar estratégicamente y deberán ser capaces de sobrellevar sus distintas filiaciones. Esto también es obvio en el discurso en el cual se pueden ilustrar los resultados de tales dilemas ideológicos, de la argumentación interna y la inseguridad, o de las presiones sociales que confrontan los individuos en la realización de las ideologías de los diferentes grupos a los que pertenecen (Billig, et. al., 1988). De este modo, una periodista negra en los Estados Unidos puede verse obligada a combinar los sistemas ideológicos de género, etnicidad, profesión y nacionalidad. Los conflictos entre estos sistemas son obvios, lo que sin duda afectará sus actividades sociales, su trabajo periodístico y demás discursos que dependen de la situación social (por ejemplo, en la sala de redacción se espera, antes que nada, que ella se comporte como una profesional -y estadunidense- y sus otras identidades y filiaciones a grupos muy bien pueden ser relegadas, suprimidas o aun restringidas).
Podemos entonces apreciar que antes que las ideologías 'lleguen' al discurso y sus estructuras, hay un amplio y complejo abanico de factores mentales que también pueden influir en la producción del discurso (o en la comprensión). Para el análisis ideológico, esto significa que las ideologías no pueden simplemente 'leerse' al calce de un texto o de un acto de habla particulares. Los hablantes racistas dirán típicamente 'que ellos desde luego no son racistas (pero...)' (van Dijk, 1984, 1987). Los machistas no siempre mostrarán su desprecio por la mujer, así como los directivos de grandes empresas pueden desarrollar elaborados argumentos acerca de los recursos humanos sin hablar abiertamente de ganancias.
En suma, articular la 'superficie' del habla y el texto con ideologías 'subyacentes' es un proceso lleno de complejidades y contradicciones. De hecho, las ideologías más persuasivas muy rara vez se expresan del todo, y se requiere de una serie de pasos teóricos para dilucidar en tales casos el control ideológico indirecto del discurso. Esto explica también las habituales variaciones ideológicas y contradicciones que se detectan a través de encuestas, entrevistas u otro tipo de discurso. Más que concluir que la gente no tiene ideologías, o que éstas son sistemas inconsistentes de creencias, las observaciones igualmente innegables de estabilidad ideológica en distintos contextos y a través de grupos diversos sugiere que los miembros de grupos a menudo tienen ideologías (algunas veces simples), pero a causa de otros factores estas ideologías pueden expresarse en formas variadas por individuos que se encuentran en distintos contextos.
Estructuras del discurso
El propósito del análisis del discurso ideológico no es simplemente 'descubrir' las ideologías subyacentes, sino articular sistemáticamente las estructuras del discurso con las estructuras de las ideologías. No se requiere ser analista del discurso para concluir que un relato noticioso, el fragmento de un texto o una conversación determinada es "conservadora", "sexista" o "ecologista". Nuestro conocimiento ingenuo del lenguaje, el discurso, la sociedad y las ideologías nos conducen a menudo hacer tales inferencias con relativa certeza. Sin embargo, un estudio más explícito y analítico del discurso exige una formulación más clara de tales instuiciones, e intenta especificar qué expresiones o significa-dos del discurso dan lugar a qué clase de inferencias u otros procesos mentales.
Algunas de estas estructuras del discurso se encuentran claramente delimitadas. Si consideramos que las ideologías son el fundamento de nuestros juicios sociales, y que las proposiciones ideológicamente controladas son a menudo formulaciones de una opinión, las expresiones de tales opiniones, por ejemplo, aquellas acerca de los 'otros', indicarán con frecuencia qué determinantes ideológicos están en juego. Las unidades léxicas que se eligen para describir a los otros, como en el caso de la conocida expresión de luchador por la libertad y terrorista, que el entonces presidente Ronald Reagan aplicó a los contras y a los sandinistas, son un claro ejemplo en este sentido. Un uso ligeramente más indirecto o 'codificado' es aquel de moderado (vs. radical), cuando se describe a grupos, partidos o países que asumen nuestras ideologías, es decir a aquellos que son nuestros aliados y que no amenazan nuestros intereses (Herman, 1992; Herman y Chomsky, 1988).
La semántica ideológica subyacente a tal selección léxica sigue una pauta estratégica muy clara, esto es, en general se tiende a describir en términos positivos a los grupos a los que pertenecemos (ingroups) y a sus miembros, así como a sus amigos, aliados o seguidores, mientras que a los grupos ajenos (outgroups), a los enemigos u oponentes se les describe en términos negativos. Este es un hallazgo propio de la teoría de intergrupos, de las teorías del estereotipo y los estudios sobre (otras) cogniciones sociales (Fiske y Taylor, 1991; Hamilton, 1991; Semin y Fiedler, 1992; Turner y Giles, 1981). Esto es, suponemos que las representaciones mentales de estos grupos, en términos de esquemas de actitudes e ideologías subyacentes, conllevan conceptos evaluativos globales que influyen también en la selección léxica (otros aspectos -como las limitaciones de contexto- son equivalentes). Esto no solamente queda claro en los adjetivos o los sustantivos usados para describir al grupo al que se pertenece (ingroup) y a los otros grupos (ingroup) y sus atributos, sino también en las estructuras complejas que relacionan a estos grupos con acciones, objetos, lugares, o acontecimientos específicos. Los afroamericanos en general y los jóvenes negros en particular, pueden estar 'asociados', en textos y contextos específicos, con la ciudad interior (inner city), con drogas, motines o con seguridad social en tantas formas como existen otras tantas palabras codificadas y que son propias de la semántica del discurso racista.
Si la estrategia general de la autopresentación positiva y la presentación negativa del otro es un modo bien conocido para poner de relieve las estructuras ideológicas en el discurso, podemos anticipar que las siguientes estructuras y estrategias de texto y habla pueden ser ideológicamente pertinentes dependiendo del tópico, del contexto, de los actos de habla y de las metas comunicativas de los grupos de pertenencia (ingroups) y de los grupos ajenos (outgrupos) respectivamente (véase cuadro de descripción/atribución de acción positiva).
Lo contrario también puede ser válido en la descripción y atribución de acciones negativas, las cuales generalmente tenderán a ser desenfatizadas o desdibujadas para los grupos de pertenencia, ingroups (por ejemplo, mediante denegación, eufemismos, los implícitos y la de-topicalización), y enfatizada para los grupos ajenos (outgroups). Estos principios, bien conocidos en la psicología social de la atribución y las relaciones intergrupales, se aplican también a las estrategias discursivas (Pettigrew, 1979; Stephan, 1977).
Denegaciones (disclaimers) tales como "No tenemos nada contra los negros pero..." son un ejemplo de acciones de la semántica local que combinan las estrategias ideológicas de modo tal que el grupo de pertenencia (ingroup) se presenta positivamente (como tolerante) o a través del rechazo de un atributo negativo (como el no ser racista), mientras que la segunda parte del argumentopero (a menudo la parte dominante) expresa una propiedad negativa del grupo ajeno (outgroup) (van Dijk, 1984, 1987). La primera parte positiva puede interpretarse como manifestación de un valor sociocultural positivo (como la tolerancia), pero al mismo tiempo funciona como la puesta en acción de una estrategia para conservar la apariencia y de manejo de imagen que permite la expresión del prejuicio en una situación normativa en la cual la expresión de prejuicios está 'oficialmente' prohibida.
Descripción / atribución de acción positiva
Grupo de pertenencia (ingroup)
énfasis
Aserción
Hipérbole
Topicalización
- oracional (micro)
- textual (macro)
Alto, posición prominente
Poner en encabezado, resumir
Descripción detallada
Atribución a la personalidad
Explícito
Directo
Ilustración narrativa
Soporte argumentativo
Control sobre la imagen
Grupos ajenos (outgroup)
Sin énfasis
Denegación
Subestimación
De-topicalización
Bajo, posición no promiente
Marginación
Vaguedad, descripción general
Atribución al contexto
Implícito
Indirecto
Sin narración
Hay que señalar que la lista (incompleta) de estructuras del discurso que se usan para describir juicios positivos y negativos acerca de los grupos se aplica a diferentes niveles y dimensiones del texto y el habla. De modo que 'énfasis' es una noción estructural muy general y puede aplicarse a los siguientes niveles (para una discusión de las teorías respectivas de estos y otros niveles o dimensiones del discurso, véanse por ejemplo
las contribuciones en van Dijk, 1985):
- Estructuras fonológicas (tensión, picos, volumen, entonación).
- Estructuras gráficas (encabezados, caracteres en negritas).
- El ordenamiento y el tamaño generales (primero y después, más alto/más bajo, más grande o más pequeño, preponderancia e inferioridad).
- Estructuras sintácticas (el orden de las palabras, la topicalización, las relaciones de cláusulas: principal y subordinada, frontal o encastrada; construcciones divididas).
- Estructuras semánticas (explícito vs. implícito, detalle y nivel de descripción, macroestructuras semánticas vs. detalles).
- Estilo léxico (palabras de opinión positivas vs. negativas).
- Retórico (sobre y subestimación, eufemismo, lítotes; repetición).
- Esquemas o superestructuras (expresadas -o no- en categorías convencionales prominentes, por ejemplo, encabezados o conclusión, relato y argumentación).
- Pragmático (aserción contra negación; autocomplacencia vs. acusación).
- Interactivo (tomar su turno: autoselección y predominancia; mantenimiento y cambio de tópicos; comunicación no verbal: rostro, gestos).
En suma, el discurso y el lenguaje tienen un amplio rango de posibilidades para acentuar y desdibujar la información y por lo tanto las opiniones ideológicamente controladas de los ingroups y los outgroups. Obviamente tales estructuras no son solamente 'expresivas' o relativas a posiciones ideológicas, sino que también pueden jugar cierto papel en la dimensión recepción-persuasión de la comunicación. En este caso, podemos suponer que tales estructuras del discurso contribuyen a los modelos mentales deseados de los acontecimientos: toda la información acentuada o las opiniones (esto es aquellas expresadas a través de los encabezados o aquellas que son topicalizadas) tiende a colocarse en una posición prominente en el modelo mental. Esto facilitará la organización, el recuerdo y por ende el uso de tales modelos 'sesgados' en la formación y el cambio de opiniones.
En resumidas cuentas, en relación con las ideologías, las estructuras del discurso tienen siempre la doble función de poner en juego o "ejecutar" ideologías subyacentes por una parte, pero por la otra pueden funcionar como medios de persuasión más o menos poderosos, esto es, como medios estratégicos para influir en modelos mentales preferentes e -indirectamente- en actitudes e ideologías favorecidas. Es así que la formación, cambio y confrontación de las ideologías es también una función de la estructura del discurso.
Estructuras de las ideologías y estructuras del significado
En la sección previa hemos visto que tanto a nivel micro de la lexicalización, el significado y la coherencia local de las oraciones, así como en el nivel macro de los tópicos y del sentido global, las ideologías subyacentes pueden afectar en múltiples formas la semántica del discurso. Cada una de estas líneas de influencia requeriría examinarse en una perspectiva más cognitiva y semántica pero el principio global es claro: los significados están manipulados, estructuralmente, por el principio del favoritismo hacia el ingroup y la descalificación del outgrup, un hecho muy conocido en la cognición social, y también en el análisis de las ideologías.
Si las ideologías, tal como lo propusimos más arriba, son estructuras basadas en categorías de grupo-esquema, entonces podemos esperar que los significados del discurso bajo la influencia de tales ideologías contendrán específicamente aquella información que responde a las siguientes preguntas:
- ¿Quiénes somos nosotros? ¿Quiénes (no) pertenecen a nosotros?
¿Qué hacemos nosotros? ¿Cuáles son nuestras actividades? ¿Qué se espera de nosotros?
- ¿Cuáles son las metas de estas actividades?
- ¿Qué normas y valores respetamos en tales actividades?
-¿Con qué grupos estamos relacionados: quiénes son nuestros amigos y
quiénes nuestros enemigos?
- ¿Cuáles son los recursos a los que típicamente tenemos o no acceso (privilegiado)?
Esto es, cuando se examinan discursos que funcionan generalmente como modos de autodefensa,
legitimación o explicación, o que tienen otras funciones de autocompensación, uno esperaría encontrar una
presencia prominente de significados que pudieran interpretarse como expresiones de tales categorías.
Ya que las ideologías son sumamente abstractas, porque tienen que ser funcionales en muchos campos y
situaciones sociales, debemos sin embargo tener presente que estas categorías pueden especificarse en el texto
y habla concretos en relación con asuntos sociales particulares. Por ejemplo, los blancos racistas no solamente
hablarán acerca de ellos mismos y de las minorías en general, sino que pueden también enfocar las relaciones
étnicas o de raza con respecto a la inmigración, el bienestar social, la educación o la política. Y, por su parte,
las feministas pueden orientar sus discursos de acuerdo con actitudes ideológicamente fundadas acerca de los
derechos humanos y las relaciones de género, pero también pueden concentrarse en asuntos como el empleo, en la acción afirmativa, en el acoso sexual, el aborto, el cuidado de los niños y así sucesivamente. Es más, por encima de las afirmaciones ideológicamente genéricas, la mayor parte del texto y el habla ideológicos se referirá desde luego a acontecimientos, situaciones y personas concretos; esto es, acudirán a modelos específicos que presentan realizaciones de dichas opiniones generales basadas en el grupo.
En tanto estos modelos mentales admiten muchas experiencias y opiniones personales y se combinan con determinaciones contextuales (tal como se representan subjetivamente en los modelos mentales de contexto), la comparación de los discursos de diferentes miembros del grupo, en diferentes contextos, puede dar lugar al descubrimiento de articulaciones con ciertas ideologías y sus estructuras. Podemos anticipar entonces que el discurso ideológico de modo particular estará orientado hacia los siguientes tópicos, significados locales e implicaciones:
a) Descripciones autoidentitarias. Quiénes somos, de dónde venimos, Cuáles son nuestros atributos, cuál es nuestra historia, de qué modo somos diferentes a otros, de qué estamos orgullosos; pero también ciertos argumentos delimitativos en relación a los Otros: Quiénes serán admitidos, Cuáles son los criterios de admisión, quiénes pueden inmigrar, etc. Obviamante, tales descripciones de autoidentidad serán generalmente positivas. Este será el caso típico de aquellos grupos cuya identidad está amenazada, es insegura, o marginada, tales como las mujeres, las minorías, los inmigrantes, y así sucesivamente; -o en modo defensivo, para los grupos dominantes cuya dominación está siendo amenazada. Esto es, las descripciones autoidentitarias son particularmente importantes para aquellos grupos que se definen en relación a sí mismos o en relación al otro, principal o exclusivamente por sus características (más o menos permanentes, inherentes o atribuidas) tales como género, raza, etnicidad, religión, lenguaje, origen
b) Descripciones de actividad. ¿Cuáles son nuestras tareas? ¿Qué es lo que hacemos? ¿Qué se espera de nosotros? ¿Cuáles son nuestros papeles sociales?, etc. La descripción de la actividad ideológica es típica en aquellos grupos que se definen por lo que hacen, como los grupos profesionales y los activistas. Las ideologías periodísticas, profesionales, médicas o ecologistas, etc., se centran en lo que hacen sus miembros (buenas cosas), tales como escribir noticias, hacer investigación, curar enfermos o protestar contra la contaminación.
c) Descripciones de propósitos. Las actividades adquieren un sentido ideológico y social solamente si tienen propósitos (positivos). De este modo, el discurso ideológico de los grupos se enfocar particularmente en los (buenos) propósitos de sus actividades, tales como informar al público o servir como vigías de la sociedad (los periodistas), buscar las verdad o educar a los jóvenes (los profesores), o bien preservar la naturaleza (los ambientalistas). Se debe enfatizar que tales descripciones de objetivos son por definición ideológicas, y no necesariamente corresponden a los hechos: es así como los grupos y sus miembros quieren verse a sí mismos o quieren ser vistos y evaluados.
d) Descripciones de normas y valores. Para una buena parte de los discursos ideológicos son cruciales los significados que involucran normas y valores acerca de lo que nosotros consideramos como bueno o malo, correcto o erróneo, y lo que en nuestras acciones y propósitos tratamos de respetar o de alcanzar. Es así que profesores y periodistas, por ejemplo, pueden poner un especial énfasis en sus muy particulares apreciaciones de la verdad, en el fundamento y confiabilidad de sus recuentos de 'hechos'. Las minorías y las mujeres pueden poner de relieve la igualdad o la justicia, y los directivos de empresa la libertad (del mercado, la libertad ante la intervención estatal). En la descripción de nuestros oponentes o enemigos es previsible entonces un énfasis particular en la violación de las normas y valores. De este modo los otros serán particularmente antidemocráticos, intolerantes, ineficientes, descorteses o poco inteligentes.
e) Descripciones de posición y de relación. También los grupos definen ampliamente su identidad, actividades y propósitos en relación con otros grupos: los profesores con respecto a los estudiantes, los periodistas respecto al público o a los actores de hechos noticiosos, los antirracistas, por definición, con respecto a los racistas y las feministas con respecto a los machistas. Mediante esta categoría se puede prever que se pondrá un especial énfasis en las relaciones grupales, el conflicto, la polarización, y la presentación negativa del otro (desacreditación).
f ) Descripción de los recursos. Los grupos pueden existir y subsistir únicamente cuando tienen acceso a recursos generales o específicos. Cuando dicho acceso se ve amenazado o limitado por conflictos intergrupales, el discurso ideológico se centrará básicamente en tales recursos: los periodistas se inclinarán a proteger sus fuentes de información, los profesores lo harán con su especialidad y conocimiento (o los medios para resguardar tal conocimiento), mientras que las minorías y las mujeres pueden enfocar sus discursos precisamente en el hecho que no tienen un acceso equitativo a valiosos recursos sociales tales como el status, reconocimiento, empleo, vivienda, ingreso, salario justo y así sucesivamente. Algunos grupos sociales se definen básicamente en términos de su acceso o no a los recursos, tales como el rico y el pobre, el desempleado y aquél que no tiene un techo para vivir, y en general los-que-tienen y los-que-no-tienen. En este punto se pueden encontrar estrategias semánticas elaboradas que pretenden defender (o atacar) el acceso privilegiado (el 'derecho') a los recursos y que ponen de relieve un control 'natural' de tales recursos.
Podemos apreciar que un análisis elemental de las ideologías en términos de cierto número de categorías hipotéticas que particularmente definen los parámetros sociales básicos de los grupos, nos permite también postular significados en el discurso típicamente orientados al grupo, especialmente cuando la identidad, propósitos, normas, posición y los recursos del propio grupo de pertenencia están en conflicto con otros grupos y cuando el propio grupo es desafiado, amenazado o dominado. Cuando este no es el caso, por ejemplo, cuando la dominación no está cuestionada, dichas estructuras ideológicas estarán simplemente presupuestas o bien se pueden considerar como propias del sentido común. En tal caso, se requiere analizar los significados ideológicos haciendo explícitos los significados implícitos y aquellos significados que se toman habitualmente como lugares comunes.
Análisis de ejemplos
Después de este breve resumen del marco teórico que articula ideologías y discurso, analizaremos algunos ejemplos. Como parte de nuestro análisis ideológico de editoriales y artículos de opinión en los Estados Unidos, sobre todo en la prensa "de calidad", y con respecto a la cual suponemos que expresa un abanico (más bien reducido) de corrientes ideológicas en ese país, analizaremos algunos artículos de opinión sobre un tema a menudo considerado como ideológicamente 'candente': el terrorismo. Seleccionamos los artículos de opinión (23) del New York Times (NYT) y del Washington Post (WP) que contenían las palabras "terror", "terrorismo" o "terrorista" en su lista de temas y que por lo tanto topicalizaron el terrorismo como parte de su macroestructura (definida subjetivamente). Varios de estos artículos comentaron el bombazo al World Trade Center (WTC) en Nueva York, el 26 de febrero de 1993.
Los artículos de opinión del NYT y del WP reflejan las principales definiciones y percepciones que se tienen sobre 'el terrorismo' en los EE.UU. y los medios "occidentales" (Schmid, 1982; véase también van Dijk, 1988). En 1993, la mayoría de estos artículos asocian este y otros actos de violencia política con los musulmanes, los fundamentalistas musulmanes o con los árabes de Medio Oriente (especialmente Libia, Irak, Irán, Palestina e Israel/Palestina). Esta es una particularidad propia de la cobertura de los medios sobre el Islam y los árabes (Chomsky, 1984, 1986; Said, 1981). Virtualmente ningún artículo en el NYT o en el WP asocia tal acto con otros actores o lugares de la violencia política en el mundo (por ejemplo, El Salvador), como una forma de exclusividad tópica y léxica que en sí misma expresa una posición ideológica (Chomsky, 1987, 1992, 1993; Herman y Chomsky, 1988). énicamente se encontró un artículo sobre el holocausto y otro sobre Irlanda del Norte.
Una de las estructuras ideológicas más impresionantes que se manifiesta casi en todos los artículos del WP y del NYT, es un exacerbado nacionalismo y un evidente etnocentrismo. Comprensiblemente, la polarización nosotros-ellos, que se encuentra tanto en los editoriales como en otros artículos, caracteriza no solamente la oposición entre nosotros ("americanos", "occidentales") y ellos (terroristas, árabes, fundamentalistas musulmanes, etc.) sino de modo más general a los "americanos" y al resto del mundo. Obviamente, esto también es resultado del hecho de que la gran mayoría de los artículos de opinión fueron escritos por ciudadanos estadunidenses (un artículo en la base de datos "terrorismo" fue escrito por un periodista israelí, pero éste se encuentra vinculado al Instituto de Washington para el Cercano Oriente).
La distinción grupo de pertenencia y grupo ajeno (ingroup-outgroup), la polarización y la diferenciación, vista a través de nuestra definición de las ideologías como un esquema básicosujeto-grupo de cognición social, es la característica central de toda ideología que se encuentra marcada en la estructura del discurso antes que otra cosa por los pronombres personales y posesivos (nosotros, ellos, de nosotros, de ellos, nuestro, suyo, etc.), pero también por deíticos tales como aquí y allá. Presento enseguida un breve fragmento de un artículo característico motivado por el bombazo en el WTC de Nueva York:
(1) En nuestra interpretación radical de la democracia, nuestro rechazo de las élites, nuestro muy arraigado respeto demagógico a las opiniones de los legos, nosostros nos encontramos solos [...]
Las exigencias de liderazgo, si no es que de un sentido de responsabilidad moral, no nos permiten renunciar a nuestro deber de proteger a los civiles inocentes y oponerse a cualquier masacre apoyada por ciertos gobiernos. Pero mientras asumimos este papel, ganaremos cada vez más enemigos que amigos, y algunos de ellos podrían tener los medios y, eso creen, los motivos suficientes para atacarnos en nuestra propia casa.
Como consecuencia de nuestros intentos por ofrecer ese liderazgo que necesita un mundo fragmentado y proclive a las crisis confrontaremos quizá algunas formas aún no imaginadas de terrorismo y a enfermos sociales de toda índole decididos a ajustar cuentas con nosotros. No podemos darnos el lujo de reaccionar retirándonos del mundo. Más bien necesitamos reaccionar con cautela ... (NYT, Mark D.W. Edington, 2 de marzo, 1993)
La polarización ingroup-outgroupno se reduce desde luego a referencias pronominales y a sus variantes de frases nominales completas. En dichas polarizaciones es muy característica la preferencia del ingroup y el rechazo del outgroup, la autopresentación positiva y la asociación de "nuestro grupo" con todas las buenas cosas y "su grupo" (de ellos) con todas las malas cosas. De este modo en el ejemplo (1), nosotros tratamos de aportar un "liderazgo" en un mundo que tiende hacia las crisis recurrentes (esto es, la crisis se encuentra en todas partes), mientras que ellos son "sociópatas determinados a enfrentarse con nosotros". Este escritor reclama que "nos encontramos solos" en nuestra interpretación "radical de la democracia", y de este modo establece una diferencia con otros países democráticos en el mundo. Esto significa, de acuerdo con este escritor que el liderazgo norteamericano siempre estará confrontado con "enemigos". En suma, nosotros en los EE.UU. estamos asociados con valores positivos (democracia, responsabilidad) actividades positivas (liderazgo) y metas positivas (proteger a los inocentes), son las categorías prominentes del esquema ideológico que organiza éste y otros artículos de opinión semejantes.
La autoglorificacion no significa que nunca pueda darse una autocrítica. Irónicamente, tal crítica supone a menudo buenas características: frente a los terroristas del mundo, nosotros somos 'demasiado buenos', 'demasiado democr ticos', demasiado 'clementes'. Nuestros valores democráicos no nos permiten establecer un Estado policiaco y controlar a los ciudadanos. Aunque en el plano internacional nosotros no debemos mostrar nuestra debilidad:
(2) En la escena internacional en estos días nuestras trompetas han sonado un tanto desafinadas y dubitativas. Nuestro respaldo a las operaciones militares se ha dado con una ostensible desconfianza. Y esto ha sido ciertamente observado, tanto en los bandos de nuestros amigos como en aquellos que nos son hostiles. Los policías hacen enemigos. Los mejores policías son buenos diplomáticos, lo cual no hemos sido siempre. La impresión de debilidad, aun de debilidad relativa, incita a la rapacidad (NYT, Robert Stone, 4 de marzo, 1993)
Y cuando las películas norteamericanas representan a sus instituciones inmiscuidas en "asesinatos, traiciones, terror, bombazos y tortura", aunque esto sólo sucede en la ficción, entonces el columnista más importante de The New York Times y anterior director editorial de este diario, A.M. Rosenthal, un muy vociferante crítico del terrorismo internacional (y especialmente del rabe), afirma: No se debería deshonrar de esta manera a "nuestro" país:
(3) Si hay una corriente en el cine que muestre al gobierno americano como un proceso bastante decente, dirigido por gente muy decente, ésta aún no la he encontrado (NYT, A. M. Rosenthal, 30 de marzo, 1993)En ese entonces, Rosenthal no se interesaba -y aún no lo está - en las complicidades en la implicación directa con el terrorismo de las dictaduras militares o con los escuadrones de la muerte, en El Salvador y Guatemala por ejemplo, que produjeron la muerte o mutilaciones a cientos de miles de civiles inocentes. El asesinato masivo, cuando es perpetrado por regímenes "amigos", no es desde luego "terrorismo" (sino a lo sumo "guerra civil") y no es algo en lo cual se pueda inculpar al "proceso bastante decente" de "gente muy decente" (véanse los estudios de Chomsky antes citados). Para nuestro análisis esto sugiere que una de las principales estrategias ideológicas de tal discurso es, de hecho, focalizar o enfatizar "su" terrorismo y simplemente o ignorar nuestra propia participación en el terror de estado en otros países. Esto es, el complemento des- enfatizar(o anverso) de una autopresentación positiva es el silencio, o sea eludir una autopresentación negativa o bien atacar a nuestros críticos.
De modo interesante, para la mayor parte de los comentaristas los valores democráticos de los EE.UU. no parece llamar a una actitud moderada y promover un estado de paz. La paz está asociada con apaciguamiento a toda costa y la implicación general de valores en los artículos puede describirse de modo variado, dependiendo de la posición ideológica que uno asuma, como "dureza" o "agresividad", respectivamente:
(4) Los gobiernos israelí y estadunidense obviamente creen en la actualidad que al no propagar la verdad acerca de un dictador terrorista [Sadam Hussein de Iraq], en otras palabras, bajando la tensión y fortaleciéndolo con respetabilidad, harán la paz con él más verosímil y más duradera (NYT, A.M. Rosenthal, 12 de marzo, 1993).
(5) En tanto única superpotencia, Estados Unidos tendrá que confrontar sus retos con resolución y quizá brutalmente tanto en la región como en casa. De otro modo, lo enemigos islámicos de los gobernantes árabes redoblarán su agresividad si son capaces de golpear con impunidad tanto en su mundo como en el nuestro (NYT, Bradford R. McGuin, 22 de marzo, 1993).
Como es de esperarse, los otros son nuestros enemigos (o amigos imperfectos), y se describen generalmente en términos que expresan un nacionalismo primitivo, etnocéntrico, con los estereotipos racistas asociados a los musulmanes, los fundamentalistas, a los árabes y los extranjeros, particularmente aquellos del tercer mundo (o los que no pertenecen a 'Occidente'). De la prensa de calidad uno esperaría que cuando se agrede explícitamente al terrorismo que asesina inocentes, se evitaría cualquier forma de generalización sobre regiones enteras del mundo, naciones, pueblos o religiones. Pero nada es menos cierto. Hay una generalización constante de personas y acontecimientos específicos hacia amplias categorías de gente. El artículo de Stone, por ejemplo, lleva como cabeza Los nuevos bárbaros y de este modo topicaliza la división nosotros-ellos asociando a los otroscon la falta de civilización, con la crueldad y el primitivismo, una categorización racista muy frecuente cuando se aplica específicamente a los no-occidentales (van Dijk, 1993).
Examinemos en detalle algunas de estas descripciones negativas del Otro, ya que éstas representan las expresiones más obvias de los prejuicios y estereotipos ideológicamente controlados que, a partir de ciertos modelos, se generalizan hacia las cogniciones socialmente compartidas por grupos enteros:
(6) Al golpear a los símbolos, los terroristas destruyen las vidas reales del laborioso pueblo americano, traumatizan a los niños americanos de hoy [...] Durante la Guerra Fría vivimos en el temor del holocausto nuclear. Ahora sabemos con absoluta certeza que si se dispara un artefacto nuclear a una ciudad estadunidense, éste no provendrá de un silo siberiano. Muy probablemente, habrá sido armado por un puñado de gentes, quizás con la apariencia de inmigrantes, en alguna casa de seguridad con vista hacia el bajo Manhattan (NYT, Robert Stone, 4 de marzo, 1993).

(7) El terrorismo de Medio Oriente se originó y se ha llevado fuera de las capitales de los Estados que creen que su poder en casa y su influencia en el exterior se fortalece a través del odio inflamado y organizando, financiando o dando asilo a aquellos grupos que susciten un temor paralizante entre los disidentes domésticos y los enemigos del exterior (NYT, A.M. Rosenthal, marzo 12, 1993).
(8) Si algo puso en evidencia el bombazo [del WTC] es ciertamente una escalada aterradora: cientos de radicales viven en los EUA y conforman posiblemente una amplia red de terroristas que incluye hoy en día a mercenarios islámicos altamente entrenados [...] Aunque son oscuras las raíces del grupo, el bombazo puede ser el resultado de una nueva asociación entre terroristas fundamentalistas y seculares [...] Si esta investigación tiene algún sentido, debe reconocer la emergencia de un espantoso terrorismo de nuevo cuño que germina en el suelo de los EE.UU. (NYT, Steven Emerson, 7 de abril, 1993).
(9) Los intelectuales árabes envenenaron sus propias mentes con sus obsesiones acerca de la "identidad" árabe, un supernacionalismo que desgastó la libertad política, los derechos humanos, la compasión hacia su propio pueblo y, desde luego, al intelecto mismo (NYT, A.M. Rosenthal, 13 de abril, 1993)
(10) Pero en el propio interés de musulmanes y no musulmanes hay que decirlo sin evasivas: alrededor del mundo millones de musulmanes temerosos del contagio de la política occidental, de las libertades religiosas y sexuales, apoyan al extremismo fundamentalista (NYT, A.M. Rosenthal, 29 de junio, 1993).
Esta es sólo una breve selección del modo típico en que se caracterizan las acciones "árabes", "medio- orientales", "musulmanas" o "fundamentalistas". El primer análisis sugiere que las estructuras y estrategias discursivas implicadas en la descripción ideológicamente construida de los otros incluye:
a) Lexicalización negativa. La selección de palabras (fuertemente) negativas para describir las acciones de los otros: "destruir", "traumatizar", "terrorismo", "odio inflamado", "grupúsculos oscuros", "envenado", "obsesión", "extremismo", "temor paralizante", etc.
b) Hipérbole. La descripción de un acontecimiento o acción en términos muy exagerados. Por ejemplo, el bombazo al WTC (6) en el cual sólo murieron unas cuantas gentes, o bien otros ataques terroristas, se comparan con un holocausto nuclear.
c) Móvil de compasión. El mostrar simpatía o afinidad hacia víctimas (débiles) de las acciones de los otros, de tal modo que se resalta la brutalidad del otro: "destruir las vidas reales del laborioso pueblo estadunidense"; "traumatizan a los niños americanos de hoy; compasión hacia su propio pueblo".
d) El móvil de altruismo aparente. está relacionado con el móvil o motivo de compasión; este móvil se usa para destacar la comprensión de la posición que asumen o acerca de los intereses de (algunos de) los otros. El móvil es llamado altruismo aparente porque usualmente no se concluye el
argumento y sólo tiene una función de denegación y de autopresentación positiva (el altruismo es obviamente un valor positivo): "Pero en el propio interés de musulmanes y no musulmanes hay que decirlo sin evasivas..." Motivos semejantes son frecuentes en el discurso racista acerca de las minorías y los inmigrantes, a quienes con frecuencia se exhorta a no venir a 'nuestro país' o a 'regresar por donde vinieron' con el objeto de 'construir su propio país' o bien a 'evitar exponerse al resentimiento y las discriminaciones populares'. Esto es, se recomienda a los otros que actúen 'en su propio bien' mientras que el fundamento ideológico real de tales motivos discursivos está en el propio interés del articulista.
e) El móvil de honestidad aparente. El motivo de la honestidad es una forma bien conocida de denegación ante posibles juicios negativos. Así, para decir algo negativo a propósito de los demás se recurre a una modalidad mediante frases como 'francamente...', o 'no debemos ocultar la verdad, y ...' y así sucesivamente. De este modo Rosenthal (10) también usa este móvil: "hay que decirlo sin evasivas", que combina una autopresentación positiva (soy honesto, no soy evasivo) con una presentación negativa del otro (ciertamente, Rosenthal no se propone ser honesto a propósito de la política exterior estadunidense).
Tal como sucede con otras denegaciones, la honestidad empeñada aquí es pues puramente estratégica y retórica: no está empeñada ninguna honestidad 'real'.
f ) La comparación negativa. Para acentuar los atributos negativos del otro se compara a la persona-objeto o al outgroup con una persona o con un outgroup reconocidos generalmente como "malos". La comparación que hiciera George Bush de Sadam Hussein con Hitler durante la Guerra del Golfo, es un ejemplo bien conocido. En relación con los bombazos y el terrorismo de "inmigrantes": pueden reforzarse retóricamente al compararlos con el holocausto nuclear que nos amenazaba "durante la Guerra Fría". La unilateralidad nacionalista de la comparación es obvia cuando observamos más adelante que los "artefactos nucleares" de la guerra fría parecen ubicarse solamente en algún silo siberiano y no en algún punto de los Estados Unidos.
g) Generalización. La generalización de una persona o de un grupo restringido hacia una categoría o grupo más amplios. Es así que los bombazos en los EE.UU. no son ya el resultado de la (posible) acción de pequeños grupos o de terroristas específicos sino se atribuyen generalmente a (unos cuantos) "inmigrantes" no identificados, y por lo tanto a cualquier inmigrante como en el ejemplo (6). A este respecto es muy elocuente el argumento de Rosenthal (10) en el sentido de que alrededor del mundo millones de musulmanes apoyan al extremismo fundamentalista.
h) Concretización. Para acentuar sus actos ngativos, otro motivo bien conocido es describirlos en detalle, y en términos concretos, visualizables. De este modo cuando se describe a los "inmigrantes" montando un "artefacto nuclear" se les 'muestra' "en aquella casa de seguridad con vista al bajo Manhattan".
i) Aliteración. La retórica apoyada fonológicamente es bien conocida en las cabezas de los tabloides y en los artículos de opinión; generalmente sirve para subrayar la importancia o relieve de las palabras que así se marcan, como es el caso de la aliteración (7): "disidentes domésticos y enemigos del exterior".
j) Advertencia. De modo general, aun sin la evidencia de las probables consecuencias, los artículos de opinión en el WP y en el NYT enfatizan las amenazas posibles y el terror: abundan los escenarios catastrofistas orientados generalmente ya sea a satanizar a los otros o bien a mover a la acción a aquellos de nosotros (y especialmente los políticos) que no toman las cosas con la debida seriedad. Es así que Emerson en el ejemplo (8) habla de "cientos de cuadros radicales que viven en los EE.UU. [...] conformando una amplia red terrorista que incluye a mercenarios islámicos altamente entrenados". La especulación, la fantasía y el miedo instigado a los "mercenarios islámicos" -que viven entre nosotros- implementan de este modo la imagen cinematográfica y de los medios de comunicación del "asesino anda suelto", muy familar en los EE.UU. y que amenaza por tanto a la gente pacífica. Hay que señalar que la lexicalización negativa, la hipérbole, la generalización, el prejuicio religioso y la concretización pueden formar parte de esta representación persuasiva de la amenaza.
k) La violación de la norma y los valores. La forma más elemental de establecer una distinción entre ellos y nosotros no es solamente describirnos a nosotros mismos en términos benevolentes y a ellos en términos negativos, sino enfatizando el hecho que los otros violan aquellas normas y valores que para nosostros son tan preciados. De este modo cuando Rosenthal culpa a (¿todos?) los intelectuales "árabes" por consentir o inspirar el terrorismo, debido a su "supernacionalismo" y su "obsesión con la identidad", se insiste en que actúan así porque ignoran los valores fundamentales de "libertad política, los derechos humanos y los sentimientos de compasión hacia su propio pueblo". Esto es, al violar estas normas y valores ellos mismos se colocan al margen de la civilización (sino es que de la humanidad misma).
l) La presuposición. Un dispositivo semántico bien conocido para enfatizar indirectamente nuestros atributos buenos y sus malos; esto es, se supone que estos son bien conocidos por todos, como si dependieran del sentido común y por tanto no requirieran formularse explícitamente. Así, en el ejemplo (10) Rosentahl supone que los musulmanes alrededor del mundo están "temerosos del contagio con la política occidental, las libertades políticas y sexuales" y de ahí presupone que de hecho Occidente sí goza de tales libertades. Al presuponerse así incidentalmente, este argumento ideológico que enaltece a "Occidente" es menos susceptible de crítica por parte de aquellos que cuestionan tanto las "libertades sexuales y religiosas" pregonadas por la iglesia católica (en Occidente) como las libertades políticas en centro y sudamérica u otros países, que habitualmente se consideran como parte de "Occidente".
Conclusión
Podemos apreciar que es posible recurrir a diversas estrategias y estructuras discursivas para expresar tanto creencias ideológicas como las opiniones personales y sociales que de ellas se derivan. La estrategia global de toda ideología, como aquí se define, aparece como una auto- presentación positiva y una presentación negativa del otro. Esto también implica varios móviles para mitigar, ocultar o negar nuestros actos y atributos negativos, y sus buenos actos y atributos. Es así que, nosotros está asociado con valores y normas positivas mientras que ellos violan este principio básico de la vida social civilizada. Los actos negativos del otro, pueden enfatizarse aún más mediante hipérboles, descripciones concretas y detalladas como el miedo que inducen las advertencias y los escenarios catastroficas. La generalización permite a los articulistas ir de los hechos y personas concretos hacia afirmaciones más influyentes y por lo tanto más persuasivas sobre otros grupos y categorías de personas más amplios; en nuestros datos, éste fue el caso particularmente de los fundamentalistas musulmanes y los árabes. Las comparaciones con los grandes villanos, o con la maldad reconocible, como Hitler o el holocausto, o el comunismo, es otro eficaz recurso retórico para enfatizar cuán malos son los otros.
En términos políticos esto también permite una transición sin sobresaltos del anticomunismo de la Guerra Fría al sentimiento anti-árabe (y anti-tercer mundo) propio de las guerras calientes que se han librado en Medio Oriente, en áfrica o en Asia. Esto es, los EE.UU. aún tienen un enemigo, y las implicaciones y recomendaciones de los artículos de opinión muy a menudo señalan que deben actuar vigorosamente para contener esa amenaza. La debilidad y la paz en ese caso significan apaciguamiento y por ende guerra.
De este modo, la crítica moralmente sustentable del terrorismo toma un cariz político e ideológico mucho más amplio, ya que concierne a los intereses y la posición de los EE.UU. en el mundo. Mientras que otras formas de terrorismo patrocinadas por los EE.UU., el fundamentalismo cristiano y la intolerancia, el papel de Israel en el Medio Oriente (y la ocupación de Palestina) se ignoran o son desenfatizadas en tales artículos de opinión, su naturaleza parcial y autocontemplativa, el nacionalismo y etnocentrismo de estos artículos es claramente ideológico y se articula en torno a la división ideológica fundamental entre EE.UU. (u Occidente) y el resto del mundo. Todos los niveles y dimensiones de las estructuras discursivas de los artículos de opinión expresan con algunas variantes esta ideología fundamental.
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Notas
*Programa de estudios del discurso; Universidad de Amsterdam,Holanda
**La revisión Técnica estuvo al cuidado de Teresa Carbó

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